Françoise Hardy, ícono del pop francés y de la moda, falleció a los 80 años. Su voz dulce y triste resonó en los corazones de generaciones enteras, marcando la música de los sesenta y conectando siempre con la modernidad.
Criada en París bajo el cuidado de una madre soltera, mientras su padre, ausente y casado con otra mujer, apenas jugaba un papel en su vida, Françoise Hardy mantuvo siempre una sensación de inseguridad y una exigencia extrema consigo misma.
Desde su debut en 1961, con tan solo 18 años, se convirtió en una estrella gracias a éxitos como “Tous les garçons et les filles”, que aún hoy resuena en nuestros oídos.
Pero Hardy no solo fue una cantante extraordinaria, sino también una musa de la moda que inspiró a diseñadores como Paco Rabanne. A lo largo de su carrera, lanzó 28 discos, algunos de ellos en inglés y español, lo que la llevó a ser reconocida en todo el mundo.
Su talento la llevó a colaborar con grandes de la música como Iggy Pop y grupos como Blur en los años noventa, además de ser admirada por Bob Dylan.
A diferencia de otras cantantes de su época como Sylvie Vartan o France Gall, Hardy destacaba por componer la mayoría de sus letras, y en ocasiones, incluso algunas de sus melodías. Trabajó codo a codo con los más grandes compositores pop en Francia, dejando una huella imborrable en la industria musical.
Su vida estuvo marcada por la lucha contra el cáncer. En 2004 superó un linfoma, pero en 2015 enfrentó un cáncer de laringe que la llevó a ser una ferviente defensora del derecho a la eutanasia en Francia. Su deseo de “marcharse pronto y rápido” fue claro hasta el final.
Françoise Hardy fue mucho más que una cantante, fue una mujer que luchó contra sus propios demonios, una figura que desafió los estándares de belleza de su tiempo y una voz que seguirá resonando en nuestros corazones mucho después de su partida. Este martes el mundo perdió a una leyenda, pero su legado perdurará para siempre.